martes, 8 de octubre de 2013

Luisito no subas a la troje

Luisito no subas a la troje.

(Escrito en 2010 - Importado de otro hosting). 

Esta entrada me sugiere este video de Bruce Springsteen.

Recuerdo que mi madre me mandaba al pueblo con la abuela en las vacaciones estivales, ocurría en mi niñez y a comienzos de mi adolescencia. La Sra. Brígida, mi abuela, tenía una casa inmensa; todavía se conserva bien, con algunos retoques de mantenimiento que ha hecho mi familia. El pueblo es castellano-manchego, caluroso, sencillo; está ubicado en un pequeño valle entre cerros de cierta altura, linda con otros municipios, todos de la provincia de Toledo, que se encuentra a 114 Km. El Tajo baña el municipio por el norte y el arroyo Tamujoso por el oeste.
La gran casa dispone de varias habitaciones, dos cocinas, dos bodegas con tinajas inmensas, un corral y una troje. Las trojes son compartimentos donde se guardaba la cosecha. Normalmente se ubicaban en los doblados o plantas altas de la vivienda para preservarla de la humedad del suelo y procurarle buena ventilación a través de ventanas a la calle.
En aquella época era bastante miedoso, la casa me imponía. Las bodegas, para mí, eran rascacielos de esos grandes recipientes donde fermentaba la uva con un olor fuerte y especial, además, de un pequeño ruido de fondo que producía la citada fermentación. Tanto mi abuela, como mis primas y mi tía, (yo el único varón), no me dejaban pasar a las bodegas, lo tenia prohibido, también en el pasillo había pequeñas tinajas incrustadas en el suelo; evidentemente, podía caerme en ellas y desaparecer sin dejar rastro, pero lo que más me llamaba la atención era la troje, la utilizaban como desván pero había pocas cosas viejas: alguna silla desvencijada, unos sacos y poca cosa más. Cuando subía arriba, con sigilo o sin él, siempre escuchaba la voz de alguien: -“Luisito, no subas a la troje”.- “Tía, pero si no hay nada, ¡está vacía!”
Una vez subí con la abuela y observé que había una zona en una esquina a la que no me dejaba arrimar, ni incluso ella, y no había nada físico. Me quede con la copla… ¿que pasaría? Unos años más tarde, ya adolescente, sí pude esquivar el control y subí solo. Entré y entorné la puerta. Las pequeñas ventanas estaban cerradas, (los cuatro cristales que componían su estructura estaban llenos de telarañas), se podían abrir pero con cierta dificultad. Reflexioné sobre los motivos que tenían para no dejarme arrimar a la zona de uno de los ángulos del recinto; me dirigí hacia él, mis pasos sonaban a hueco, debajo había algo, ¿que era? Las baldosas no se diferenciaban de las otras. Cuando me aproximaba al final, enseguida noté que ocho de ellas no estaban pegadas al suelo con cemento. Empecé a levantarlas y, efectivamente, apareció una plancha de hierro bastante fina. Quizá si se hubiera pisado muy a menudo sobre ella se hubiera abollado. Cuando la desplacé apareció una pequeña escalera muy empinada, bajé por ella y, al lado, encontré una llave de luz de esas antiguas con una palomilla que se giraba, se encendió una pequeña bombilla. Había una gran tinaja metálica pero bastante más pequeña que las del vino; me fijé que tenía un pequeño grifo en la parte inferior y un balde debajo, estaba vacía aunque en su momento debió de albergar aceite. Seguí mirando y en la pared opuesta había una estantería con libros bastante viejos y con muchísimo polvo. Cogí algunos de ellos y leí sus títulos:
La Conquista del Pan, del anarquista ruso Piotr Kropotkin, padre del Comunismo libertario.
Varios de Errico Malatesta, uno de los grandes teóricos del anarquismo moderno, (éstos más deteriorados), Entre Campesinos, La Anarquía.
Reacción y Progreso, del maestro de trabajadores José Sánchez Rosa,
Y varios más escritos en francés que no recuerdo en este momento.
Después de hojearlos apagué la luz y subí de nuevo por la escalera, puse la plancha de hierro en su sitio y las baldosas. Cuando iba a salir de la troje me encontré a mi tía en la puerta:
- “He visto todo Luisito, me dijo. Baja, quiero explicarte cosas de tu abuelo, es decir, de mi padre.”
D. Carmelo Ortega, tu abuelo, fue Teniente de Alcalde en funciones de este pueblo desde 1933 a finales de 1935, después fue Alcalde titular desde el 12 de Febrero de 1936 a 1938. Este último año fue fusilado por las tropas nacionales al entrar en el pueblo. Era una persona instruida, con un gran sentido de los valores humanos y con la personalidad de los antiguos hombres y su gallardía, la del apretón de manos para reafirmar su compromiso. No necesitaba papeles para mantener su afirmación o negación, su palabra era suficiente. Leía libros que le servían para aplicar su idea de la justicia, tenía una influencia importante del autor José Sánchez de la Rosa con algunos de sus libros, como por ejemplo:
La Gramática del Obrero. Sevilla, 1929. Demostraciones claras y muy comprensibles sobre ortografía y gramática.
La Aritmética del Obrero. Sevilla, 1933. Es un libro escrito para el trabajador, para su uso y comprensión, con el objetivo de que no le engañen ni en los salarios, ni en las compras y ventas.
El Abogado del Obrero. Sevilla, 1932. No es un libro de leyes. Se trata más bien de un manual para que el obrero pudiera presentar reclamaciones o peticiones por él mismo sin tener que recurrir a personas expertas que les cobrarían unos honorarios por encima de sus posibilidades.
Estos libros pude comprobar que también estaban escondidos en el foso del aceite.
- “Tía, ¿y esa tinaja del aceite porque estaba escondida en el suelo de la troje?”
- “El estraperlo hijo, el estraperlo.” “El estraperlo nace del trueque que se produce al final de la guerra cuando los franquistas anulan la moneda de la República, imagínate sobrino el panorama, una familia sin dinero, con los ahorros robados por el nuevo régimen, sin tiendas ni mercados, la única alternativa que tuvimos era el estraperlo.¿Lo entiendes ahora?”
- “Si tía, lo entiendo.”
- “El no dejarte subir a la troje era porque no pisaras y se hundiera el suelo y te hicieras daño, eras demasiado pequeño, los libros los han leído todos los miembros de nuestra familia y tu no ibas a ser menos, aquí los tienes para cuando decidas leerlos.”
El primer viaje que realice con mi primer coche (mi SIMCA 1000 rojo impoluto) fue al pueblo, tenia 19 años y pasé una semana de vacaciones.
- “Tía, ¿me haces un par de huevos con el lomo ese rico que tienes en la orza con manteca?” – “¿Me dejas subir a la troje mientras los preparas?”
- “Si hijo, sube.”
- “Oye, ¿los huevos son de los “sucios” verdad?”
- “Anda “Bolo”, están cogidos del corral esta mañana.”
(Coloquialmente, un "bolo" es un adjetivo que aplicado a un hombre podría indicar que es ignorante o de escasa habilidad, torpe, necio... En algún otro diccionario, directamente un "bolo" es un "toledano". Los propios vecinos de Toledo utilizan frecuentemente la expresión "mira que eres bolo" o similar con una acepción parecida a la anteriormente descrita, aunque hoy en día ha quedado un cierto reposo amigable al uso de la expresión, sin rencor alguno).
Madrid, 2 de julio de 2010

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